Aunque las grandes ciudades tienen numerosos inconvenientes, también tienen ventajas que deben ser fomentadas por las políticas públicas. A pesar de su congestión, ofrecen oportunidades de empleo. Aunque ofrecen sanidad y educación, son más inseguras. Son más acogedoras y libres, aunque también sufren de contaminación.
Siempre hemos notado que la Ciudad de México (CDMX) ha atraído a personas de todo el país por su ubicación central, en contraste con Guadalajara y Monterrey, que tienen peculiaridades culturales muy fuertes que se representan en una gastronomía limitada.
Además, las migraciones de refugiados políticos y económicos del siglo XX contribuyeron a una fusión o sincretismo, como lo llaman los cocineros, que se refleja en restaurantes o negocios callejeros que han sido reconocidos por publicaciones especializadas.
Los tacos al pastor, de origen netamente libanés pero que han evolucionado sustituyendo el cerdo por cordero, las tortillas por pan árabe y, por supuesto, una pizca de chile, son la mejor muestra de ello.
Sin embargo, cientos de nuevos negocios han abierto sus puertas a lo largo y ancho de la ciudad en los últimos años como resultado del fenómeno post-COVID y la latitud de algunas regulaciones, como la iniciativa «Ciudad al aire libre». En colonias como Condesa, Polanco, Roma, Santa María la Ribera o San Rafael, el fenómeno es particularmente notorio.
Se puede argumentar que nuestra ciudad es la que tiene más restaurantes japoneses después de Tokio, pero es difícil confirmarlo. Junto con una gran variedad de panaderías, algunas muy conocidas como La Esperanza y otras de lujo como la Rosetta en Roma, también tenemos restaurantes que sirven comida china, italiana, coreana, francesa, libanesa, india, entre otras. Tacos, pambazos, tamales, tlayudas, camarones, fruta, maíz, helados, incluso comidas repetitivas como tortas de tamal o chilaquiles se pueden degustar en la calle.
Este bucle de retroalimentación positiva se ve facilitado por la calidad de los servicios prestados. Los camareros mexicanos son sin duda los mejores del mundo, a pesar de su reciente tendencia a ser excesivamente sumisos. Enrique Olvera y sus alumnos son especialmente dignos de mención, ya que, además de su excelente y compleja cocina, también son excelentes oradores públicos.
Estos personajes, en su mayoría norteamericanos, han elegido vivir en nuestra ciudad por varias razones: pueden trabajar desde cualquier lugar, Ciudad de México es menos cara que Los Ángeles o San Francisco, de donde proceden muchos de ellos, en cuanto a comida, ocio y alquiler, y pueden cenar en restaurantes de categoría mundial por menos de 100 dólares por persona.
La antigua hostilidad del gobierno y las comunidades locales hacia los restaurantes ha cambiado con el anuncio de un programa para apoyarlos y fomentarlos, reconociendo su potencial para crear empleo y dinero.